día D.

Y al fin, de nuevo, es domingo… levantarse tarde con el cuchicheo de la gente que se aglutina para pasear en la cuadra del mercadito cerca de la casa, los autos en doble  fila, y el montón de mujeres con pantuflas, con rollos en la cabeza (de esos que son para hacer rizos), el olor a mil olores de toda la comida que preparan tan pulcramente, la aparicion esporadica de una que otra persona que aun recuerda aquello de «vestirse de domingo» y una que otra chica que piensa que el mercadillo es un evento social al que hay que acudir de etiqueta para ver los cerros de ropa, directa del ejercito de salvación.

Ya hace tiempo que me he acostumbrad a tener un parque frente a mi casa, y preferir escribir o leer desde el rincón mas oscuro de casa, que en alguna de las bancas rodeadas de tanto verde.

Aun recuerdo antes de vivir en este lugar, mi excusa para no venir al jardín/parque a correr o leer, era que teníamos entre el y yo una brecha de unas cuadras, y ahora que la separación es apenas una calle de dos carriles casi sin transitar, lo he visitado menos veces que cuando no le tenia donde ahora. Y ni se diga con la iglesia, ahora puedo llegar caminando pero por una u otra razón no lo he hecho. Y para variar los alumnos a los que espero aun no han llegado…

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