Ritmo, intención y verdad:
lo que realmente importa
Si hoy un ritmo moderno logra inspirar gratitud, gozo y adoración sincera, ¿no estaría cumpliendo con el mismo propósito que mencionan los Salmos? La clave no está en la frecuencia ni en el estilo musical, sino en el contenido del mensaje, la intención del corazón y el fruto espiritual que produce.
Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 nos llaman a cantar con gracia y desde el corazón al Señor. No mencionan un BPM específico, ni un género musical permitido o prohibido.
Además, las alabanzas de hoy son completamente distintas a las de hace 3,000 años, cuando se escribieron muchos de los Salmos (tradicionalmente atribuidos al rey David, c. 1000 a.C.). Los instrumentos, escalas musicales y formas de interpretación han cambiado radicalmente. Si fuéramos estrictos, nadie usa hoy la música que usaban los hebreos en el templo. Así que apelar a la “música bíblica original” no tiene sentido práctico ni teológico.
¿Qué significa “no imitar al mundo”?
Una de las objeciones más comunes contra el uso de ciertos géneros musicales es la idea de “no imitar las costumbres del mundo”. Pero cuando la Biblia hace esa advertencia, no se está refiriendo a música, sino a valores y prácticas alejadas de Dios.
Romanos 12:2 (NTV) dice:
“No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.”
Pablo está hablando de una transformación mental y espiritual, no de estilos musicales.
De forma similar, en Jeremías 10:2, cuando Dios advierte sobre no seguir las costumbres de las naciones, se refiere a prácticas como la idolatría, la adivinación o los sacrificios humanos, no al uso de determinados ritmos o instrumentos.
Lo que realmente ve Dios
A lo largo de la Biblia, queda claro que Dios está más interesado en la intención y en el estado del corazón que en la forma externa del culto. Veamos algunos ejemplos:
- 1 Samuel 16:7 (NTV):
“El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón.” - Amós 5:23-24 (PDT):
«¡Alejen de mí el ruido de sus canciones!
¡No escucharé la música de sus arpas!
Mejor hagan que la justicia fluya como el agua,
y que sean solidarios de continuo como una fuente inagotable.!»
(Y nótese que se refiere a la música que ellos usaban para adorarlo, no al rap ni a géneros modernos, sino a la forma tradicional de alabanza que había perdido su integridad.) - Isaías 29:13 (PDT):
“El Señor dice:
«Este pueblo viene a mí con palabras
y me honra de labios para afuera,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me rinden
consiste en normas humanas repetidas de memoria.” - Mateo 15:8-9 (NTV):
““Este pueblo me honra con sus labios,
pero su corazón está lejos de mí.
Su adoración es una farsa
porque enseñan ideas humanas como si fueran mandatos de Dios” .”
Estos pasajes nos recuerdan que una adoración vacía, aunque tenga la forma “correcta”, no agrada a Dios. Lo contrario también aplica: una adoración sincera, aunque use formas no tradicionales —de hecho, cualquier forma actual es no tradicional en retrospectiva— puede ser totalmente aceptable si es en espíritu y en verdad.
Como dice Jesús en Juan 4:23-24 (NTV):
“Pero se acerca el tiempo—de hecho, ya ha llegado—cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.”
No es el género lo que contamina la adoración, sino la hipocresía, la apariencia vacía y la desconexión del corazón con Dios. En lugar de condenar ritmos, enfoquémonos en el fruto, en el mensaje y en si realmente estamos adorando en espíritu y verdad.
🎧 “En Cristo” – Elemento (CHL)
Para cerrar, te invito a escuchar un ejemplo concreto de cómo un ritmo moderno puede comunicar una verdad eterna con profundidad bíblica, reverencia y gozo. Este rap no necesita disfrazar el evangelio, lo proclama con claridad y pasión. Su forma es actual, pero su fondo es cristocéntrico. Escúchalo con atención. No se trata del ritmo, sino de la gloria a la que apunta.