Hace tiempo, no mucho, me herí mientras cortaba el producto del negocio. En el momento no sabía que tan grande había sido, fue muy escandaloso mi dedo con toda la sangre que salía. Atendí y limpie la herida, un poco de dolor, me coloque otro guante y continue con lo que estaba haciendo.
Días después tome esa foto, pensaba que se quedaría esa marca en forma de 7. Pero no fue así, en algún momento, al pasar del tiempo deje de ponerle atención a eso y me enfoque en lo que debía hacer. Hoy descubrí que ya no queda nada donde estuvo la herida. El cuerpo trabaja solo, si lo dejamos hacerlo. Tiene un diseño impresionante, digno del Ingeniero que lo diseño.
Lo mismo ocurre con las heridas del corazón, sin importar si te las hicieron o si te las hiciste, si tropezaste en el pecado o si te dejaste caer, la solución es exactamente la misma. Dejar de enfocarte en lo que hiciste o te hicieron, alejar ese grupo de pensamientos tóxicos y enfocándote en lo importante.
Ocurrirá que la herida cerrara, pasaras por un proceso y la cicatriz dejara de estar en tus pensamientos cotidianos. Habrás olvidado y perdonado. Verás, en retrospectiva, muchas cosas que en este momento no puedes ver. Mientras tanto, en lo que ese momento llega, ¡enfócate! Y persevera.
«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.»
Isaías 26:3 RVR1960