La Última Cena como revelación del Pesaj: memoria, proclamación y esperanza.

La Santa Cena no es un rito vacío. Es memoria, proclamación y esperanza.
Cada vez que participamos del pan y de la copa, volvemos la mirada al momento en que Jesús instituyó el Nuevo Pacto —no como ruptura del Pesaj (Pascua), sino como su revelación más profunda. Aquello que por siglos señaló la liberación física de Egipto ahora encontraba su cumplimiento más alto: la liberación del pecado por medio del Cordero de Dios.

El Hallel en labios de Jesús

“Después de cantar los salmos, salieron al monte de los Olivos.”
Mateo 26:30 (NVI)

En el Pesaj se cantaba tradicionalmente el Hallel (Salmos 113–118).
Detenernos en esto un momento hace que la escena cobre un peso distinto.
Jesús cantó estos salmos sabiendo que en pocas horas sería entregado.

Entre ellos se encuentran líneas como:

“Esta es la puerta del Señor;
por ella entrarán los justos.”
Salmo 118:20 (NVI)

Él es esa puerta.
A través de Él tenemos acceso, reconciliación y vida.

Jesús no solo celebró el Pesaj;
reveló su significado verdadero

En la mesa se comía pan sin levadura y se bebía vino.
Los símbolos ya estaban allí, esperando su cumplimiento.

Jesús toma el pan, lo bendice y dice:

“Tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y dijo:
‘Esto es mi cuerpo que por ustedes es entregado;
hagan esto en memoria de mí’.

1 Corintios 11:23–24 (NVI)

Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: «Tomen, coman; esto es Mi cuerpo».” Mateo 26:26 (NBLA)

No es simplemente una resignificación. Es quitar el velo. Es revelar que el éxodo, el cordero, la sangre, las hierbas amargas y las copas siempre apuntaron a Él. No es reinterpretar la Pascua; es mostrar aquello que la Pascua siempre había estado anunciando.

Incluso reemplaza el lavado ritual de manos por un acto aún más profundo:

Jesús lavó los pies de sus discípulos.
Juan 13:1–15

Lo que era un gesto ceremonial se transforma en un llamado de servicio y entrega. Y precisamente a eso hemos sido llamados.

En esa misma mesa, cada elemento del Pesaj adquiría un significado pleno. No solo el pan y la copa, sino todo el ritual que por siglos había narrado la liberación de Israel, ahora encontraba su cumplimiento más profundo en Él. Jesús no estaba simplemente celebrando una tradición: estaba revelando aquello hacia lo que el Pesaj siempre había apuntado.

Las cuatro copas del Pesaj y la Cena del Señor

Entre los elementos más significativos del Pesaj se encuentran las cuatro copas, cada una asociada a una declaración de Dios en Éxodo 6:6–7. Para los judíos, estas copas recordaban la obra redentora del Señor en el éxodo; para Jesús y sus discípulos, esa misma noche, adquirieron una dimensión profética que se iluminó a la luz del Nuevo Pacto.

CopaFrase de ÉxodoSignificado tradicionalRelación con la Última Cena
1. Santificación“Yo os sacaré”Separación del puebloPodría corresponder al inicio de la cena
2. Liberación“Yo os libraré”Recuerdo de salir de EgiptoParte del ritual previo
3. Redención“Yo os redimiré”Redención mediante sangre“Después de cenar tomó la copa…” (1 Co 11:25)
4. Consumación“Yo os tomaré por pueblo mío”Comunión plena con DiosJesús no la bebió esa noche

“De la misma manera, después de cenar tomó la copa y dijo:
‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que la beban, en memoria de mí’.1 Corintios 11:25 (NVI)

Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: «Beban todos de ella; porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Mateo 26:27-28 (NBLA)

Aquí surgen dos lecturas entre intérpretes:

  1. La cuarta copa se “cumple” cuando Jesús dice “Tengo sed” y “Consumado es” en la cruz.
  2. La cuarta copa queda para las Bodas del Cordero, cuando beba de nuevo con nosotros.

En ambas, el mensaje brilla igual: la Consumación está ligada a su Victoria.

Y antes de salir rumbo al monte de los olivos, se cantaron los salmos, meditemos en el siguiente:

“Estimada a los ojos del Señor
Es la muerte de Sus santos.”
Salmo 116:15 (NBLA)

¿Fue la Cena antes del Pesaj?
Juan añade un matiz

Los sinópticos presentan la cena como pascual, pero Juan señala:

“No entraron al pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua.”
Juan 18:28 (NVI)

Esto abre dos posibilidades:

  • Jesús celebró el Pesaj anticipadamente, o
  • Juan está siguiendo otro calendario (sacerdotal vs. galileo).

No obstante, el punto no es la sincronía cronológica, sino la intención divina: Jesús muere en tiempos de Pascua como el Cordero. No solo narró el éxodo —lo encarnó y lo cumplió. La teología de Juan no depende del calendario, sino del simbolismo: Jesús muere cuando los corderos pascuales eran sacrificados.

Recordar — Anunciar — Esperar

Cada vez que tomamos la Cena del Señor, unimos tres tiempos:

Hacia atrás → la cruz y el sacrificio
Hacia el presente → vivimos bajo el Nuevo Pacto
Hacia adelantehasta que Él venga

“Porque cada vez que comen este pan y beben esta copa,
proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga.”
1 Corintios 11:26 (NVI)

El Pesaj se celebraba una vez al año y en Jerusalén.
Ahora, bajo el Nuevo Pacto, no está atado a un lugar ni a un calendario.
Podemos participar cada vez que nos reunimos en Su nombre.

La Mesa del Señor se convierte así en un acto vivo:
proclamando al Cordero que quita el pecado del mundo, su Evangelio, y la esperanza en Su regreso.


Para reflexionar

Justo antes de la prueba más difícil en toda la vida de Jesús —la cruz, el peso del pecado del mundo, el abandono, el juicio y la muerte— Él encaminó su corazón con alabanzas. No huyó, no se distrajo, no se endureció: entonó los salmos. El Hijo de Dios se preparó para el sufrimiento con adoración.

Si Él, en la hora más oscura, cantó, ¿cuánto más nosotros, cuyas pruebas jamás cargarán el peso del pecado del mundo? La adoración no niega el dolor: lo orienta. Nos recuerda quién es Dios, quiénes somos en Él y hacia dónde caminamos. La alabanza no es un escape: es un ancla. Y Jesús nos mostró el camino.

Yo no sé por lo que puedas estar pasando, pero El-Roi —el Dios que ve, el Dios que no es indiferente, el Dios que mira incluso cuando nadie más lo hace, el Dios que te busca— sí lo sabe. Él no es indiferente a nuestras cargas.

Si Jesús cantó antes de la prueba, tú también puedes encaminar tu corazón con adoración. No para evadir la realidad, sino para anclarte en Aquel que nunca te pierde de vista.

¿Cómo vives la Cena del Señor? ¿Cómo vives el Nuevo Pacto?

Tres preguntas, dos palabras

Me encanta el siguiente pasaje, aunque no es uno de los mejor traducidos al español, está en el evangelio de Juan y seguramente lo conoces, acompáñame a leerlo:

15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. 16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. 17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. (Juan 21:15-17 RVR60)

¿Por qué Jesús le hizo la misma pregunta tres veces?
¿Por qué lo llama Simón y no Pedro, si ya le había dado un nuevo nombre?
Y, sobre todo, ¿por qué Pedro se entristece en la tercera ocasión?

La clave está en la comprensión de lo siguiente; Jesús no hizo tres veces la misma pregunta, eso es un error en la traducción. Entonces ¿qué es lo que pregunto?

Jesús utilizó ἀγαπάω (agapeo), pregunto por el amor ágape, que es un amor desinteresado, en el que la persona que lo da solo tiene en cuenta el bien del objeto del amor, pero Simón le contesto con la palabra φιλέω (fileo) que es el amor fraternal. Es como si en español alguien te preguntara «¿me amas?» y tú respondieras «te quiero mucho»—similar, pero no igual.

El griego hace distinción entre tres tipos de amor, el agape, el eros (erótico/romántico) y el fileo, pero en el español no tenemos términos que lo distingan como tal… lo más cercano sería «¿me amas?» y que te respondan un «si, te quiero.»

Entonces Jesús, vuelve a preguntarle a Simón (verso 16), ¿me amas? (porque claro, es lo que todos haríamos, le damos otra oportunidad de respondernos bien, de que corrija la respuesta). El responde; «Si, tú sabes que te quiero». Simón, no podía responder con el mismo termino, estaba siendo honesto, sabía que no podía amar de esa manera.

Recuerdo haber terminado una relación porque no me pudieron responder con la misma palabra… me querían, pero yo le amaba, o al menos eso pensaba, pues me sentía digno de más y no creí merecer eso. Que soberbio era.

Afortunadamente, esta es la parte más hermosa de ese pasaje, Jesús no hace lo que yo hice. No se aferró y ocurrió de nuevo.

Jesús bajó a su nivel y le pregunto «¿me quieres?»…Creo que eso fue lo que entristeció a Simón: darse cuenta de que Jesús tuvo que ajustar la pregunta a lo que él podía ofrecer… «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».

Aquí veo a Jesús recibiendo amor imperfecto, el único amor que podemos darle de regreso a su amor incondicional. Gracias, Dios mío, por recibirme tal y como soy, pero sobre todo por darnos esa gran responsabilidad de «apacentar tus ovejas». Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.

Nota: Aunque Jesús nos recibe tal como somos, no nos deja como nos encuentra. Su gracia nos acepta con nuestro amor imperfecto, pero su Espíritu trabaja en nosotros para transformarnos a su imagen (2 Corintios 3:18). Como le pasó a Pedro, que comenzó ofreciendo amor «fileo» pero terminó sus días amando hasta dar su vida por Cristo. Dios es paciente con nuestro proceso: ‘El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo’ (Filipenses 1:6). Nos recibe con nuestro «te quiero», pero nos va enseñando y dando la capacidad de amar como Él ama (1 Juan 4:19, Romanos 5:5).