Anoche o antenoche, soñé que estaba de nuevo en la escuela (presencial), la preparatoria, estaba en la clase de artes, con el profesor Macias, cuyo rostro recuerdo, pero no su nombre; creo que ese era su apellido.
Estaba en el fondo del salón; ahí empezó el sueño (no tengo noción de cómo llegué a ese lugar, quizá comenzó antes) y nos estaba solicitando la tarea, un poema. Debíamos haber llevado uno, y obviamente no lo tenía, pero él estaba inquisitando a la clase de manera muy exigente, y yo levanté la mano para detener esa masacre, ya que nadie lo había traído y estaban siendo reprendidos.
Le dije que no lo tenía escrito, sino que lo había aprendido de memoria; que era poesía japonesa, un haiku (aunque no recordaba el autor en el sueño), de Yamagushi Sodô. Entonces lo recité:
No tiene nada Mi choza en primavera Lo tiene todo.
Por supuesto, es para lo que mi memoria puede dar.
En ese momento, recordé uno de los salmos más famosos, el 23, y noté que sus primeras líneas podrían formar un haiku (5-7-5). Me quedé pensando en variaciones y ajustes, en formas diferentes de empezar y concluirlo para llevarlo a esa estructura. El resto del salón se desvaneció, y me quedé solo intentando ajustar para que las sílabas fueran cinco, siete y cinco. Mientras en el sueño, o en la realidad, apretaba los dedos para contar, y este fue el resultado:
Jah es mi pastor, nada me hace falta, está conmigo.
El haiku es una forma muy breve de poesía que encierra un sentimiento, un momento, un instante, y se escribe en contemplación. En japonés, esta métrica tiene más sentido, ya que, además de ser un poema auditivo, es también gráfico, por la forma de su escritura. El mayor reto de los haikus, para que los podamos disfrutar en español, es el arte de quien los traduce. Es tan importante el traductor como el autor original. Investigaré quién es el traductor de esa versión… Me surge una pregunta: ¿cómo quedaría traducido al japonés lo que escribimos en español.
Algo así sería el original, en interlineal:
何もない (nani mo nai) No tiene nada
春の私の小屋 (haru no watashi no koya) Mi choza en primavera
Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo y eso en verdad no es nada extraordinario vos lo sabes tan objetivamente como yo
sin embargo hay algo que quisiera aclararte cuando digo todas las parcelas no me refiero sólo a esto de ahora a esto de esperarte y aleluya encontrarte y carajo perderte y volverte a encontrar y ojalá nada más
no me refiero sólo a que de pronto digas voy a llorar y yo con un discreto nudo en la garganta bueno llora y que un lindo aguacero invisible nos ampare y quizá por eso salga enseguida el sol
ni me refiero sólo a que día tras día aumente el stock de nuestras pequeñas y decisivas complicidades o que yo pueda o creerme que puedo convertir mis reveses en victorias o me hagas el tierno regalo de tu más reciente desesperación
no la cosa es muchísimo más grave
cuando digo todas las parcelas quiero decir que además de ese dulce cataclismo también estás reescribiendo mi infancia esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes y los solemnes adultos las celebran y vos en cambio sabes que eso no sirve quiero decir que estás rearmando mi adolescencia ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos y vos sabes en cambio extraer de ese páramo mi germen de alegría y regarlo mirándolo
quiero decir que estás sacudiendo mi juventud ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos esa sombra que nadie arrimó a su sombra y vos en cambio sabes estremecerla hasta que empiecen a caer las hojas secas y quede el armazón de mi verdad sin proezas
quiero decir que estás abrazando mi madurez esta mezcla de estupor y experiencia este extraño confín de angustia y nieve esta bujía que ilumina la muerte este precipicio de la pobre vida
como ves es más grave muchísimo más grave porque con estas o con otras palabras quiero decir que no sos tan sólo la querida muchacha que sos sino también las espléndidas o cautelosas mujeres que quise o quiero
porque gracias a vos he descubierto (dirás que ya era hora y con razón) que el amor es una bahía linda y generosa que se ilumina y se oscurece según venga la vida
una bahía donde los barcos llegan y se van llegan con pájaros y augurios y se van con sirenas y nubarrones una bahía linda y generosa donde los barcos llegan y se van
pero vos por favor no te vayas.
Mario Benedetti
Esto en definitiva es mucho más grande de lo que pensaba.
Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana (2:35) paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.
«Hemos amado juntos tantas cosas que es difícil amarlas separados. Parece que se hubieran alejado de pronto o que el amor fuera una hormiga escalando los declives del cielo.»
Quiéreme, aunque sea de verdad, quiéreme, y permíteme el exceso, quiéreme, si es posible, sin piedad, quiéreme, antes del último beso.
Quiéreme, haz que se incinere el mar, quiéreme, como el vendaval que pasa, por el resto de una brasa dentro de un glaciar.
Quiéreme, sin el mínimo pudor, quiéreme, con la insidia de la fiera, quiéreme, hasta el último temblor, quiéreme, como quien ya nada espera.
Quiéreme, aunque no sepas fingir, quiéreme, que de todas mis flaquezas sacaré la fortaleza para revivir.
Sabes bien que jamás te lo he pedido ni jamás te hice un reproche… por lo que esta vez te pido, ya que no es cosa de dos, que tú seas quien me quiera como nunca me has querido esta noche del adiós…
Quiéreme, ahora que llegó el final, quiéreme, sin mas puntos suspensivos, quiéreme, aunque venga el bien del mal, quiéreme, como si estuviera vivo.
Quiéreme, que no entiendo qué hago aquí, quiéreme, si no quieres que esté muerto, porque todo es un desierto fuera de ti.
Quiéreme, que ya empieza a anochecer, quiéreme, aunque sólo sea un instante, quiéreme, y hazlo como otra mujer, quiéreme, como si fuera otro amante.
Quiéreme, que mañana ya murió, quiéreme, como si el mundo acabara, como si nadie te amara tanto como yo…
Sabes bien… que jamás te lo he pedido ni jamás te hice un reproche… por lo que esta vez te pido, ya que no es cosa de dos, que tú seas quien me quiera como nunca me has querido esta noche del adiós… Quiéreme… Quiéreme.
No te quedes inmóvil al borde del camino no congeles el júbilo no quieras con desgana no te salves ahora ni nunca no te salves no te llenes de calma no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo no dejes caer los párpados pesados como juicios no te quedes sin labios no te duermas sin sueño no te pienses sin sangre no te juzgues sin tiempo
pero si pese a todo no puedes evitarlo y congelas el júbilo y quieres con desgana y te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas entonces no te quedes conmigo.
Mario Benedetti
No me quedaré inmóvil, ni le querré con desgana. No me quedare al borde, me arrojare y recorreré ese camino. ¿Aun es tiempo? Y si no lo es, jamas tendré la pregunta del hubiera o la sensación de «habría podido dar más». Porque solo de este modo, catastrófico, se puede cambiar.
ABERTURA f/7.1 LONGITUD FOCAL 250mm VELOCIDAD DE OBTURACIÓN 1/400s CÁMARA Canon EOS Rebel T6 TAMAÑO COMPLETO 5184 x 3456
Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es -dije musitando- un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: “Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: “Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía.” Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?” Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!” Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. “Ciertamente -me dije-, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio.” ¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. “Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-. no serás un cobarde. hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: “Nunca más.”
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: “Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas.” Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, “sin duda -pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de “Nunca, nunca más.”
Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo, empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: “Nunca más,”
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso, perfumado por invisible incensario mecido por serafines cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. “¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus brazos a una santa doncella llamada por los ángeles Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen llamada por los ángeles Leonora!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta. Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi puerta. Y el Cuervo dijo: Nunca más.”
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!